Mi inmerecido frayle

Tuvimos un buen final… nosotros, tu y yo, sí… Ya lo sé. No debemos hablar de eso pero… aún así no ha sido fácil olvidarte. No, no lo ha sido, aunque lo oculto, aunque lo niego… no… no estoy bien.

No lo estoy, no estoy bien, no estoy bien porque tu no estás, no estoy bien porque ya no te puedo ver. No estoy bien porque tu ya te has olvidado de tantos años en tan solo unas horas. Y no valió, ¿valió?. Para ti, al parecer no. Después de tantos vientos, de tantas puertas trabadas que fueron forzadas solo para que tu pudieses seguir, después de tantos barrancos rodados, después de todos esos abatimientos y al final solo desistir, de esto no se trataba.

No se trataba de esto, de luchar para al final rendirnos, de resistir juntos para luego ser separados pero aún así estoy convincente que aún en lo más profundo de tu desvanecido e ininterrumpible sueño algún día, solo algún día sé que no fue tu intención el odiarme a tal manera de quebrarme sin decirme nada, al ser tan egoísta tu partida y tu silencio tan cortante e inebitablemente no notar tu presencia fue todo un reto.

Te odiaré tanto hasta que el amor ya no sea una simple palabra sino que se convierta en verbo al dejar de ser un sustantivo de excusa al dolor. Fuiste música en mi, serás un tema reconocible en cada rincón de mi mente. Adiós alma, adiós complice, adiós hermano, adiós amor, por tales años junto a mí, por cada suspiro que compartimos, por cada bolsa que nos mantuvierón vivos, por cada alento, por cada ayuda, por cada apoyo, por cada sonrisa, por cada lágrima, por cada pelea, por cada declaración, por cada… despedida… por cada segundo de tu inacable lucha, al fín moriste para vivir.

— Te amo mi inmerecido fraile, mi compa, mi otro corazón.

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